Publicaron los resultados del ensayo clínico más grande
realizado en Estados Unidos que midió el efecto a largo plazo de
altas dosis de resveratrol en personas con el mal de Alzheimer en
estados iniciales a moderados de la enfermedad. El estudio revela que un
biomarcador que disminuye a medida que la enfermedad avanza, se
estabilizó en las personas que tomaron la forma purificada del
resveratrol.
El resveratrol es una sustancia que se encuentra en varios alimentos
como los frutos rojos, el chocolate negro, las uvas y en consecuencia el vino.
Los resultados publicados en la revista Neurology “son muy
interesantes” dice el investigador principal del estudio R. Scott
Turner, director del Programa de Desórdenes de la Memoria en la
Universidad de Georgetown. Turner, quien trata pacientes en el hospital
universitario de la misma universidad, aconseja mirar los resultados con
cautela y advierte que aún no es posible usar la información derivada
del estudio para recomendar el tomar resveratrol en grandes cantidades.
“Este es un estudio pequeño, único, cuyos hallazgos lo que hacen es
volver necesaria una investigación más amplia para que sean
interpretados de manera correcta”.
El ensayo clínico con el resveratrol fue un estudio que cumplió con
todas las exigencias: doble ciego, con un grupo de control tomando
placebo, en pacientes en estados tempranos y moderados de Alzheimer. Lo
que se conoce como Fase 2. Igual la parte que tiene que ver con la forma
del resveratrol suministrada a los pacientes, que fue diseñada de
acuerdo a las normas de la FDA (la agencia gubernamental estadounidense
de alimentos y medicamentos) que requiere una sustancia sintética pura,
de grado farmacéutico. Esta forma aún no está disponible de manera
comercial.
El estudio reunió 119 participantes. La dosis más alta a la que se
llegó durante el estudio fue de un gramo tomado de forma oral, dos veces
al día.
John Boza, de 80 años, fue uno de los participantes en el estudio.
Cinco años antes su esposa empezó a notar ciertos cambios en su
comportamiento que le parecieron extraños. Se le diagnosticó una
debilidad cognitiva leve, que en sólo un año progresó a una forma
moderada de Alzheimer. Luego descubrirían que estaba en el grupo que
tomaba resveratrol.
John y quienes tomaron de manera progresiva dosis cada vez más
elevadas del resveratrol durante 12 meses mostraron poco o ningún cambio
en los niveles de la beta amiloide (Abeta40) en sangre y en el fluido
cerebroespinal. En contraste, aquellos que tomaron el placebo tuvieron
un descenso en los niveles de la Abeta40 comparados con los niveles
mostrados al inicio del estudio.
“Una disminución en Abeta40 es evidente cuando la demencia progresa a
medida que el Alzheimer avanza”, confirma Turner. Otros estudios han
establecido que la Abeta40, un péptido que se presenta en muchas formas
en el cerebro, es un biomarcador del deterioro mental sufrido por los
pacientes de Alzheimer.
El estudio también señala un hecho importantísimo: el resveratrol fue
capaz de atravesar la difícil barrera sanguínea del cerebro. Su
presencia fue determinada en sangre y en fluido cerebro espinal.
Los investigadores estudiaron los efectos del resveratrol porque se
sabe que él activa unas proteínas llamadas sirtuinas, la misma clase de
proteínas que participan en el fenómeno conocido como restricción
calórica, que es un mecanismo ancestral que ayuda a sobrevivir en
condiciones de estrés fisiológico o ausencia de comida. Se consume menor
cantidad de alimento, se entra en una especie de hibernación y el
resultado es un alargamiento en el tiempo de vida, al menos en ratones.
El riesgo mayor de desarrollar el Alzheimer llega con el
envejecimiento. Estudios hechos en animales indican que tanto el
Alzheimer como otras enfermedades relacionadas con el envejecimiento
podrían prevenirse o paliarse echando mano del fenómeno de la
restricción calórica; consumiendo dos tercios de las calorías
consideradas una cantidad normal.
Turner indica que el estudio demostró que el resveratrol fue seguro y
bien tolerado. Los efectos secundarios más comunes fueron los
relacionados con trastornos digestivos, y algunos participantes del
grupo que tomaba resveratrol mostraron pérdida de peso, en tanto que los
del grupo del placebo lo ganaron.
Un resultado en particular fue perturbador, dice Turner. Los
investigadores hicieron escaneos cerebrales de los participantes antes y
después del estudio. Encontraron que en los participantes que tomaron
resveratrol se había producido una disminución mayor en el volumen del
cerebro, en comparación con la ocurrida en quienes estuvieron en el
grupo de control.
“No estamos muy seguros sobre cómo interpretar este hallazgo”, dice
Turner. Una hipótesis de trabajo interesante podría ser que el
tratamiento con el resveratrol pueda reducir la inflamación o la
hinchazón cerebral asociada con el Alzheimer.
El estudio se inició en el 2012 y se terminó en el 2014. Otros
análisis, incluyendo estudios en sangre congelada y fluidos
cerebroespinales tomados de pacientes están en marcha, buscando los
mecanismos del resveratrol para mantener bajo control los niveles de la
Abeta40 y así impedir la progresión del Alzheimer.
“Dada la seguridad del resveratrol encontrada en esta fase clínica
del estudio, un estudio mayor, y que ya sea la Fase 3, es necesario para
probar si el resveratrol es efectivo en individuos con Alzheimer, o con
riesgo de sufrirlo”, añade Turner.
El resveratrol y otros compuestos similares están siendo probados en
muchas enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el cáncer,
la diabetes y desórdenes neurodegenerativos. Sin embargo, el estudio
liderado por Turner es el más grande, más largo y el que ha usado dosis
más altas de resveratrol hasta la fecha.
Con la cautela y el escepticismo propios de los científicos serios,
Turner no se ha lanzado a informar a los medios con un titular típico y
engañoso al estilo de: “Encontrada la cura para el Alzheimer”. Pero sus
resultados son de una importancia enorme porque, aparte de la pulcritud
de la investigación, los ensayos fueron hechos en humanos.
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