Científicos cordobeses describen que la hormona T3 mejora la respuesta antitumoral inducida por las células dendríticas.
El cuerpo humano sufre constantes amenazas tanto externas como
internas, de mayor o menor gravedad. Sin embargo, no está indefenso. El
sistema inmune funciona como una especie de ejército cuyos soldados
cumplen diferentes funciones en pos de eliminar los agentes peligrosos
–conocidos como antígenos- y mantener el organismo en un estado
saludable.
Los antígenos son componentes de agresores externos
-como virus, bacterias, parásitos- o internos -como células tumorales-
que provocan en el organismo la producción de anticuerpos específicos o
la expansión de un tipo particular de glóbulos blancos llamados
linfocitos T. Para que eso ocurra, el cuerpo debe identificar el agente
y, luego, producir una respuesta adecuada. Ésta es una de las
principales funciones de las células dendríticas, encargadas de
patrullar nuestro organismo en busca de señales de peligro y, en caso de
encontrar alguna, presentar qué tipo de amenaza es a los linfocitos T
que deberán responder específicamente a las características del antígeno
identificado.
En el Centro de Investigaciones en Bioquímica
Clínica e Inmunología (Cibici, Conicet-UNC), el grupo de Claudia
Pellizas –investigadora independiente del Conicet- estudia el
comportamiento de las células dendríticas y su interrelación con el
sistema endócrino. Su último trabajo, publicado en la prestigiosa
revista de la Asociación Americana de Investigación en Cáncer (AACR), Cancer Research,
es parte de un conjunto de investigaciones que se realizaron en
colaboración con el grupo de Gabriel Rabinovich, investigador superior
del Conicet en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME,
Conicet-Fibyme). “En este último trabajo y en base a resultados previos
del laboratorio, nos propusimos estudiar el efecto de las hormonas
tiroideas sobre la función de las células dendríticas, con respecto a su
capacidad de inducir una respuesta antitumoral, que es una
característica intrínseca de la célula”, explica Pellizas.
Esta publicación fue el resultado de la tesis
doctoral de la becaria pos-doctoral en el Cibici, Vanina Alamino. “En
este trabajo demostramos que T3, la hormona tiroidea biológicamente
activa, aumenta el tiempo de vida de las células dendríticas, mejora su
migración a los ganglios linfáticos y acrecienta la capacidad de emitir
respuestas contra agentes extraños, tanto externos como internos. Todas
estas propiedades son muy buscadas en inmunoterapia, particularmente en
el tratamiento antitumoral”, dice Alamino.
En la lucha contra el cáncer, la radioterapia y la
quimioterapia son las más utilizadas. Sin embargo, en los últimos años
se ha profundizado en una rama conocida como inmunoterapia, la
vacunación en base a células dendríticas. Ésta permite un tratamiento
personalizado que potencia la respuesta inmunológica frente a tumores y
puede complementar a los mencionados anteriormente.
Esta técnica consiste en la extracción del paciente
de células dendríticas de la sangre y proteínas del tumor, a partir de
las cuales se tratan a las primeras. “Las células que se extraen del
paciente, vuelven al mismo con un aprendizaje. Maximizan la respuesta:
migran a los ganglios linfáticos, disparan una señal específica a los
linfocitos T y les indican qué respuesta específica deben tener frente a
las células que tienen este antígeno”, explica Nicolás Gigena becario
del Conicet en el Cibici y coautor del trabajo.
Luego, estas células “capacitadas” son
reintroducidas en el organismo del mismo paciente. “Sin embargo este
protocolo tiene una eficacia limitada ya que las células dendríticas
tienen un tiempo de sobrevida muy corto. Por otro lado suele inducir
tolerancia, es decir que en lugar de provocar el ataque suele evitar que
lo reconozca, principalmente si la célula muere rápido. Lo que pudimos
ver en el trabajo es que todas estas variables pueden mejorarse con el
tratamiento con T3”, asegura Pellizas.
Para este trabajo se extrajeron células dendríticas
de ratones que presentaban células de melanoma, un tumor de piel, y las
estimularon in vitro con T3, en presencia del antígeno tumoral.
Luego volvieron a inyectar estas células tratadas en el mismo animal y
los resultados les valieron la publicación en Cancer Research.
“Pudimos ver que nuestra estrategia de vacunación aumentó el porcentaje
de animales libres de tumor, retrasó la aparición y demoró el desarrollo
del tumor en los afectados y aumento la sobrevida de los individuos
tratados”, comenta Alamino.
“Una de las mayores ventajas de esta estrategia es
que T3 mejora las propiedades buscadas en células dendríticas para este
tipo de terapias -sobrevida, migración y respuestas específicas- pero
además es una molécula fisiológica. Y se aplica directamente en la
célula sin necesidad de inducir su producción en el organismo del
paciente”, describe otro miembro del equipo, María del Mar Montesinos,
investigadora asistente de Conicet en el Cibici.
“La terapia personalizada en tumores es bastante
reciente y éste es un buen ejemplo. Las células son del paciente, son
tratadas con la proteína del tumor que desarrolló y se le vuelven a
inyectar mejoradas, capacitadas. Esto realza la eficiencia del
tratamiento porque en inmunología hay que tener mucho cuidado de no
disparar alguna reacción desfavorable o exacerbada, y el riesgo se
minimiza cuando todo surge de explotar los mecanismos que utiliza el
propio organismo”, agrega Gigena.
Si bien ha sido probado sólo con un antígeno, de un
tipo específico de tumor, y en un solo modelo animal, se espera que
pueda funcionar en un amplio rango de tumores y se pueda replicar en
otros modelos y especies. “Lo interesante del trabajo es que pensamos
que la incorporación de T3 puede ayudar a mejorar la efectividad de
todos los tratamientos en base a vacunación con células dendríticas. Sin
embargo, éste es sólo el primer paso de un largo camino, antes de
llegar a la investigación en humanos y comprobar si allí también
funciona”, concluye Pellizas.
Fuente: CONICET/DICYT
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